El negocio donde un aprendiz heredó por sorpresa un legado histórico
Lleva abierto en la misma ubicación, en la Plaza de la Fuente, desde el año 1959

En una ciudad donde cada piedra parece hablar de siglos pasados, hay un lugar donde el tiempo no se mide en campanadas ni en almanaques, sino en cortes de pelo, afeitados a navaja, lociones de antaño y conversaciones que han traspasado generaciones. Ese lugar es La Barbería de Salamanca, de las más antiguas de la ciudad, un verdadero clásico de la Plaza de la Fuente que, desde 1959, ha sido mucho más que un negocio: ha sido un punto de encuentro, un rincón de confianza, y un pequeño templo donde se entrelazan memoria, estilo y alma.
Todo comenzó con Poli, Pepe y Manolo
El origen de este negocio con solera se remonta a los años 50, cuando Poli, un barbero de los de antes, abrió el primer local en el edificio contiguo al actual. A su lado, trabajaron durante años Pepe y Manolo, que formaron un trío irrepetible. En 1982, la barbería se trasladó a su ubicación actual… <<Leer artículo completo>>
El reto de sostener
un legado con coraje
Tras el fallecimiento de Francisco Javier, Eritz asumió la barbería en un momento especialmente desafiante. Por aquel entonces, tenía una hija de seis meses, estaba sufriendo la gran ausencia de su mentor, tenía por delante una agenda colapsada y podía sentir en sus propias carnes el peso emocional de continuar una historia con tanta carga simbólica. «Hubo días en los que dudé de si iba a poder con todo, pero la barbería no podía cerrar. No después de todo lo que había significado para tantos y mucho menos para mí», añade.

65% técnica y 35% corazón
«Ser barbero no es solo cortar bien. Es entender lo que la persona necesita, aunque no lo diga. Es cuidar los detalles, desde la espuma caliente hasta una palabra amable». Así define Eritz su visión de la barbería. Y, quizá por eso, hay clientes que vienen incluso desde Madrid para dejarse cortar el pelo aquí. No por la fama, sino por lo que aquí se respira: verdad, atención y alma…